
Por Víctor Barrera
La pasividad y la falta de argumentos contundentes para negociar con Estados Unidos asuntos como lo son la aplicación de aranceles al aluminio, acero y a la industria automotriz en el corto plazo se convertirán en una pesada loza que no podrá soportar la frágil economía mexicana.
Esto porque quien está encargada del despacho presidencial, Claudia Sheinbaum, confirmo, ayer, que, en su más reciente conversación con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no se llegó a un acuerdo por lo que estos aranceles se seguirán cobrado.
Esto nos muestra que este gobierno federal no está a la altura de lo que México necesita, ante el cambio comercial global que empieza a implementar el gobierno norteamericano, y que en el comercio bilateral quine pierde más es México.
Es cierto que en un principio quienes tendrán que asumir el costo de estos aranceles serán los ciudadanos norteamericanos, pero en el mediano plazo México pagará el costo más alto, si tomamos en cuenta que las exportaciones de estos sectores representan cerca el 43 por ciento de PIB de e México, en tanto Estados Unidos solo exporta un 11 por ciento de su PIB. Lo que hace una asimetría negativa para nuestro país.
Probablemente esto hace que en las negociaciones México este en la posición más débil, porque dependemos demasiado de Estados Unidos. Esto convierte a las propuestas de México de poco impacto en la economía Norteamérica.
Si a esto sumamos que las finanzas públicas de México no están en condiciones para tratar de instrumentar un plan de estímulos para la economía, porque las arcas nacionales están totalmente vacías, debido a que en 2024 se gastó todo el dinero para garantizar el triunfo de Morena en los comicios electorales, entonces no hay modo de reactivar la economía si no es con las exportaciones.
Pero tampoco debemos olvidar que el gobierno anterior endeudo casi al doble al país al subir el déficit fiscal de 3 por ciento a 5.9 por ciento.
Es por eso que México no cuenta con el suficiente margen de maniobra para impulsar una política fiscal que apoye a la economía a enfrentar este cambio comercial.
El gobierno federal debe empezar a establecer el ambiente propicio para atraer inversiones, que es acabar con los altos niveles de inseguridad, después ofrecer mejores oportunidades a los inversionistas que se establezcan en nuestro territorio, para culminar con una aplicación del recurso público, cuando este sea suficiente en lo más indispensable para México, la alimentación, es decir el campo.
La infraestructura se ira contrayendo conforme se aplique inversión privada, la apertura de todos los sectores a esta inversión representará una gran ventaja para México, y eso solo será posible si el gobierno mexicano deja atrás sus telarañas ideológicas y observa que la libertad comercial y de competencia son de beneficio.