Por Víctor Barrera
México nuevamente se encuentra en un momento decisivo de su historia y estos, avanzar hacia el mayor crecimiento de la democracia o retroceder a los viejos tiempos donde el centralismo, y por su puesto autoritarismo, marcaba el rumbo del país y los mexicanos.
Probablemente el crecimiento de las clases medias fue el signo principal de ese autoritarismo, es decir, permitía el desarrollo social hasta cierto limite, porque la clase política debería dominar todo para rendir pleitesía a quien los colocaba en esa “clase dorada”, esa clase dorada era la clase media, los burócratas que defenderían sus puestos a toda costa.
Habíamos dejado atrás el autoritarismo más cruel donde los caudillos pensaban que habían sido los “independizadores” de los mexicanos y por ello deberían sustentar el poder por encima de todos.
México entraba al desarrollo industrial, al crecimiento o movilidad social, donde la clase media aspiraba a tener una mejor calidad de vida y en muchas ocasiones se convertía en el dique que mantenía a raya a los pobres.
Pero la voracidad de la burguesía y la clase política, creo la burbuja de la corrupción, con la participación de muchos, para que nadie tuviera una culpa completa. La clase política solo tiene le objetivo de amasar riqueza, y muchas veces proveniente de negocios no lícitos.
Algunos otros miembros de la clase política entendieron que hacer emperras “denominadas” partidos políticos les generarían riquezas considerables y por ello la creación de muchos de ellos, pero pocos han mantenido una presencia considerable en la política nacional.
En este sexenio, lamentablemente regresamos años atrás y lo malo volvió a resurgir, los politos se sienten la clase “dorada”, la burocracia cercana al presidente, se sienten los únicos capaces de resolver problemas, no haciendo nada y la clase media ha empezado a su pulverizada ante las malas decisiones de una administración inepta.
Ahora se presenta la continuidad como la única opción en el país, donde se busca centralizar el poder, que la gente dependa del un gobierno y una clase política, “acomodaticia” o cómoda a las decisiones y caprichos del poder central, Donde la corrupción, la inseguridad y el miedo sean los factores predominantes.
Para seguir en la inmovilidad social,, seguir despareciendo órganos autónomos, para evitar rendir cuentas y sobre todo para que sea la masa de los dependientes quienes los mantengan en el poder por varios años o décadas a cambio de “programas sociales” que en nada ayudan a salir de la pobreza pero si genera dependencia y obediencia ciega.