Por Víctor Barrera
Es indudable que el político siempre tratará de sacar “raja política” de cualquier acontecimiento pero lo más preocupante es que este acontecimiento sea producto de un desastre natural, que por diversas circunstancia no se puede detener en el instante si no existió una política de prevención.
Esto ocurrió con el huracán Otis, que nadie imagino que alcanzara el grado 5 y que su paso en tierras mexicanas demostraría esa falta de previsión y sobre todo un Estado que no ha logrado promover en la sociedad esa cultura porque no existe en el propio Estado.
Esto nos muestra un Estado que durante lo que va de su gobierno ha desmantelado a las instituciones estatales encargadas de la seguridad nacional, de prevención, pero sobre todo no logro reaccionar de manera inmediata ante hechos en Guerrero
Esta entidad donde las grandes carencias y la presencia del crimen forman, lamentablemente, parte de la cotidianidad, se mostraron de manera mas abierta y dejaron ver la vulnerabilidad de un territorio sin gobierno ni instituciones capaces de responder a una emergencia.
La desaparición del Fonden como fideicomiso para transformarlo en un fondo, de duración anual, con un monto manejado de manera discrecional por la Secretaria de Hacienda solo que no existe la menor empatía por la gente.
Un estado, sin gobernadora y un municipio sin alcaldesa y ahora con un Estado que no quiere otorgar recursos para su reconstrucción, deja a la deriva a hoteles, comercio de mediano y pequeño tamaño junto a casi un millón de personas a la deriva.
Los apoyos que la sociedad civil pueda aportar, seguirán siendo insuficientes, porque para reconstruir Acapulco se estima un monto de 300 mil millones de pesos, como piso.
El pensar que es más importante seguir inyectando recursos a las megaobras de esta administración que apoyar a mexicanos en desgracia, no puede ser bueno. Porque primero es la vida de la gente que las obras.
Entonces este Estado deberá anteponer sus caprichos y trabajar verdaderamente por o que vale la pena, la vida, no importa que sus obras no se concluyan, sino que lleve un halo de esperanza para quienes la necesiten.
Si en verdad quieren pasar a la historia López Obrador y sus empleados legislativos, mirar más a la gente y no a las obras seria una buena decisión.