Los de Morena, rufianes con licencia para delinquir

Una Breve

Emilio Trinidad Zaldívar 

Comprobado está, o a leguas se ve, que el Movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador en el gobierno federal, los estados, ambas Cámaras y Morena, son una cofradía de rufianes, cínicos e impunes, que unos a otros se protegen para que los desvíos de recursos públicos, los negocios que hacen, el reparto de comisiones por debajo de la mesa que se dan, y las “compensaciones” por dejarlos trabajar (me refiero al narco), no tengan sanción o castigo alguno, a pesar de contundentes pruebas con documentos, fotos y audios que se han hecho del conocimiento nacional, sobre actos claros de influyentismo y corrupción. 

“Nada es más importante que la unidad”, ha dicho la encargada del despacho de Palacio Nacional, Claudia Sheinbaum Pardo, que goza el cargo pero no lo ejerce, y con total claridad y en perfecto alineamiento a lo que diga el de Tabasco, no ella, todos lo morenos van como animales al corral hacia donde él indique, para apoyar y cumplir con sus instrucciones o señales. 

La ex Jefa de Gobierno ha quedado en segundo plano y sólo atina a expresar que esa “unidad” -que no es con ella- no se puede resquebrajar. 

Así como se ve, como parece, enclenque, la señora presidenta no es tomada en cuenta como debiera, como era con sus antecesores, a los que nadie se atrevía a contradecir, pero como se sabe débil, frágil y vulnerable (¿qué le sabe AMLO?), no se atreve a tomar al toro por los cuernos, o los cuernos son de ella pero el toro no, el caso es que titubea y no da pasos con firmeza en la conducción del gobierno federal para dar línea, esa viene del exilio en “La Chingada” o desde algún otro país. 

O ¿en verdad Sheinbaum Pardo manda? Le impusieron a Rosario Piedra en la CNDH; a Octavio Romero Oropeza en el Infonavit; a Jesús Ramírez, en la coordinación de asesores de Presidencia; a Zoé Robledo en el IMSS; no pudo poner en “pausa” el espinoso tema de la elección de representantes del Poder Judicial; ha defendido, por orden del de los abrazos no balazos, a Rubén Rocha Moya, a Cuitláhuac García, a Alfonso Durazo y a Américo Villarreal Guerra, y le colocaron no piedras sino muros en el Senado y la Cámara de Diputados, con el muy señalado, golpeado y desprestigiado de Adán Augusto López Hernández y con el mil máscaras de Ricardo Monreal Ávila. 

Hoy Sheinbaum Pardo está en espera de que López Obrador le dé señales para expresar su postura en torno a la jefa del narco en Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda, quien, como sucedió con el ladrón de Cuauhtémoc Blanco, será arropada por todos los decentes y honrados morenistas, que cerrarán filas en torno a ella. 

Carente de fortaleza política, doña Claudia día con día se debilita, mientras que el heredero de López Obrador, el famoso Andy, rey de la corrupción, día con día toma vuelo y se consolida.  

Dicen que en política “terreno cedido es terreno perdido”, y ella va entregando pausadamente el poder que no se atreve a ejercer, a hacerlo suyo. 

Quizás diga que no le importa, mientras goce de todos los privilegios que le da ocupar el despacho presidencial. Total, parece, pero no es. 

Y mientras tanto, da la impresión de que se quedará sentada, esperando que Estados Unidos le informe las razones por las cuales le retiraron la Visa a la TikTokera gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda. 

Si a López Obrador jamás le explicaron cómo y por qué fue la detención del Mayo Zambada, difícilmente a ella la tomarán en cuenta con este delicado asunto.

Ávila Olmeda perdió respeto, credibilidad y confianza de sus vecinos del norte y eso -entre muchas cosas más que allá suceden- la hacen incapacitada para ejercer el cargo. 

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