
Por Víctor Barrera
Estamos a unas horas de que se cumpla con el día de la liberación, económica, de Estados Unidos y del castigo a la economía global. Sin embargo, en México se sigue insistiendo en mantener una relación bastante estrecha con el país norteamericano.
Y es que la situación económica actual de México así lo amerita, porque en seis años perdimos la fortaleza no solo económica, sino también la jurídica, de contrapesos y democrática que nos hacia un país bastante aceptable para que los inversionistas vinieran a dejar sus capitales.
Ahora, la inseguridad pública, la incertidumbre jurídica que se creará después de los primeros comicios para elegir al “Poder Judicial” y la cercanía con Estados Unidos nos vuelve una nación poco aceptable. Sin embargo, no se ha hecho nada en México para revertir esta situación, sino todo lo contario.
México requiere ofrecer certidumbre social, pero el poder que el crimen organizado ha tomado impide que esto ocurra, se pretende democratizar al Poder Judicial, pero esto no será así mientras quienes sean elegidos, son propuestas del gobierno en el poder.
Asi a unas cuantas horas de que Donald Trump anuncie los niveles de los aranceles que cobrara a productos que ingresen a su país, y modifique el equilibrio comercial y la libre competencia. Las autoridades mexicanas siguen pasivas y no una nueva estrategia comercial con base en el fortalecimiento de nuestros sectores productivos
La lógica indicaría que Donald Trump está actuando en forma inversa a lo que se esperaba, establecer su poderío comercial incentivando una mayor participación en el mundo de sus productos, aun cuando estos estuvieran creados con partes de distintos países, pero sus empresas y trabajadores se verían beneficiados, Lo que hace es cerrar su comercio y con ello quien pagara los aranceles que aplique será el consumidor final, en este caso la población que vive en Estados Unidos.
Esto nos hace pensar que al interior del país vecino el descontento social se sentirá en el corto plazo, provocando con ello otro movimiento importante en el comercio global, que por supuesto impactará en países menos fortalecidos en sus sectores productivos.
La única forma que tendrá Trump para compensar ese escenario desfavorable para los consumidores|1 sería mediante transferencias directas del gobierno a las familias, pero el costo de ello sería enorme y presionaría aún más las finanzas públicas de los EUA, lo que además generaría impactos considerables en el costo financiero internacional.
Pero resulta aún más incomprensible la obsesión de Trump por regresar a EUA a esa etapa del desarrollo económico en la que el sector manufacturero representaba la mayor proporción del PIB de esa nación en comparación.
Porque ahora su economía se a desarrollado aún más y está basada en los servicios, que se traducen en más ingresos para las personas.
Pero lo más preocupante es que en México no se observa una estrategia que nos prepare para estos cambios económicos globales y solo estaremos a expensas Estados Unidos. Porque es el principal socio comercial y con ello la administración federal se siente tranquilo, aunque existan otros horizontes donde expandir la exportación de los productos mexicanos.