En lo que el Kremlin denomina de modo oficial “golpes de venganza” por el reciente ataque que sufrió el puente de Kerch que une la península de Crimea, anexionada en 2014, con el resto de Rusia, el ejército ruso bombardeó este jueves con misiles de crucero y drones por tercera madrugada consecutiva Odesa y Mikolayiv, dos de los puertos que usaba Ucrania para exportar sus cereales.
La defensa antiaérea ucrania, de acuerdo con Kiev, pudo derribar 19 de los 38 artefactos, que dejaron un muerto y una veintena de heridos, causando daños e incendios sobre todo en infraestructuras portuarias. El ejército ucranio respondió mandando drones contra “instalaciones militares” en Crimea, que Rusia asegura haber interceptado. Las autoridades de la península reportaron la muerte de una adolescente.
El ministerio de Defensa ruso sostiene que el ataque nocturno –“golpe de venganza”, insistió– estuvo dirigido contra “talleres de fabricación de lanchas no tripuladas” y sus “depósitos en la ciudad de Odesa y la localidad de Ilichovsk”, en la misma región.
Suspendida hace tres días la llamada iniciativa alimentaria del mar Negro, auspiciada por Turquía y la Organización de Naciones Unidas (ONU), por la negativa de Rusia a prorrogarla debido a que, a su juicio, se incumplen sus demandas acordadas por los signatarios del pacto, aunque dependen más bien de Washington y otras capitales que dan prioridad a aplicar las sanciones contra Moscú, se incrementa la amenaza de hambruna que, en estos momentos y según datos de la ONU, afecta ya a más de 50 millones de personas tan sólo en África.
La semana próxima, el 27 y 28 de julio, se celebrará en San Petersburgo una cumbre Rusia-África, en la cual se espera que el presidente Vladimir Putin concrete el ofrecimiento que hizo en marzo anterior, en el sentido de que si no se extendía el pacto de los cereales Rusia iba a suministrar de forma gratuita granos a los países que más lo requieran.