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Evitemos dejarnos engañar por “ilusiones” tan frágiles como castillos de naipes 

Por Víctor Barrera 

El peso “fortachón” o los niveles de remesas que mes a mes entran al país, no son muestras de un buen gobierno, o siquiera de que nuestra economía se encuentra en niveles para señalar que esta administración ha realizado su trabajo, para mejorar la calidad de vida de quienes habitamos México. 

Hasta el inicio de este quinto año de gobierno, la administración federal de AMLO sigue reprobada, pese a que insiste en que mantiene el respaldo del 70 por ciento de la población. 

Pero no es lo mismo destinar dadivas para comprometer una lealtad que trabajar para ganar esa lealtad a cambio de resultados positivos. 

Los verdaderos factores referentes para manifestar que nuestra economía avanza son aquellos indicadores que dejan resultados positivos, pero el nivel de destrucción que ha propiciado la llamada 4T no permite verlos claramente. 

Al tabasqueño le quedan menos de dos años para dejar el puesto que tanto anhelo y que término desperdiciando, porque no supo qué hacer con este y mucho menos como administrar un país con grandes riquezas. 

Así vemos, por lo menos tres factores,  fundamentales, para el  crecimiento económico de cualquier país están por debajo de  niveles aceptables.

La Inversión Extranjera Directa (IED), aquella que permite la creación de empleos, mantiene un nivel por debajo al que se mostraba en 2018.  

El sector turismo, donde el presupuesto se ha reducido en más de un 30 por ciento con la desaparición de fondos y programas de apoyo para este sector. Pese a ello, el sector mantiene un dinamismo que con su residencia ha permitido captar divisas, pero también aun por debajo de los niveles de la pasada administración. 

Las exportaciones de productos nacionales, que siempre han sido un factor determínate en la captación de divisas, ahora se ven amenazadas ante las malas decisiones en políticas públicas  tomadas en esta administración. 

Esto trae desequilibrios en las finanzas públicas derivado de una la combinación entre una menor recaudación porque si no se crea producción no hay ventas y la captación de recursos vía impuestos disminuyen. 

En sentido contrario, se aumentan los gastos en programas sociales, que en casi nada ayuda a la población para salir de su situación de pobreza. 

Además, los altos niveles de violencia e impunidad, persistentes en el país sumado a la estrategia de polarizar hasta niveles que pueden tornarse violentos incluyendo desparecer la democracia que se basa en la decisión de la ciudadanía y no de los partidos políticos o peor aún de un partido hegemónico, se convierten en focos amarillos que ahuyentan cualquier inversión. 

Es cierto que las remesas, que básicamente son dólares que envían mexicanos desde Estados Unidos, van en aumento, pero esto es relativo y circunstancial porque si la economía estadounidense se desacelera hasta niveles recesivos, las transferencias de recursos disminuirán. 

En cuanto al peso “fortachón” es derivado de las remesas, flujos que han fortalecido a la paridad del peso frente al dólar y también son recursos que buscan en el diferencial de tasas de interés, en el nivel de Riesgo País y en las calificaciones crediticias oportunidades temporales de hacer dinero.  

Cuando cambien esas condiciones, esos capitales saldrán y vendrá una depreciación cambiaria, que nos haga volver a esos tiempos donde no se pudo “defender al peso como un perro” y el peso se debilitara de una manera que impactará primero a los hogares de los pobres, desatando reacciones diversas que generarían un ambiente adverso que contagie a otros agentes económicos. 

Por ello, no nos dejemos llevar por esas ilusiones que pintan y que son tan vulnerables como los castillos de naipes. 

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