Por Víctor Barrera
La herencia que dejará esta administración federal, si no cambia el rumbo que hasta ahora ha llevado, será una pesada loza para la siguiente, porque aun cuando se insista que esta administración no ha contraído deuda, tampoco ha amortizado lo suficiente para disminuirla y con la complacencia de la mayoría en el Congreso de la Unión, la coalición “Juntos Haremos historia” han hecho histeria en las finanzas nacionales que repercuten de manera importante en la economía de las familias mexicanas.
Las malas decisiones de esta administración tienen consecuencias graves, como lo son la falta de producción agropecuaria, factor que impide que los precios de sus productos tengan un precio accesible, ante la enrome demanda y poca oferta, esto implica que los ingresos de los mexicanos alcancen cada vez menos para comprar siquiera los productos de la canasta básica.
El aplicar una ventanilla única en la Secretaría de Hacienda, para intentar controlar los gastos y compras del gobierno federal, no ha sido de mucha utilidad.
Principalmente porque esto contrajo demasiado los presupuestos oficiales y dejo sin actividad muchos proyectos productivos de la mayoría de las dependencias federales, que son la base para activar las finanzas de muchas empresas y poblados en México.
Pero también provoco un incremento en la opacidad del manejo de los recursos públicos, algo que alimenta a la corrupción, si a esto sumamos que muchos de los contratos elaborados por el gobierno federal fueron otorgados de manera directa, sin licitación, pocos fueron los afortunados en obtener recursos para sus actividades, dejando a muchas empresas sin esos recursos y la consecuencia fue un recorte en sus nóminas, aumentando con ello el comercio informal, porque quienes no han encontrado acomodo en el trabajo formal, se ubica en la informalidad.
Esto último es un elemento que impide una mayor captación de impuestos, ya que quienes están en el comercio informal no pagan impuestos como el ISR, y tampoco reportan el IVA. Por lo que la única manera de mantener el trabajo en sus megas obras es acudir a pequeños préstamos, que aumenta el techo de endeudamiento de este gobierno con los anteriores, repito bajo la complacencia de la mayoría del Congreso de la Unión, el cual se estima en un incremento del 127 por ciento de endeudamiento del país.
Esto lo vemos reflejado en la cifra que la Secretaría de Hacienda solicitó a la Cámara de Diputados para contraer deuda en 2023, que alcanza los 1.2 billones de pesos (un millón de millones y 200 mil millones de pesos).
Si comparamos esta petición de endeudamiento con el último año de Enrique Peña Nieto, donde se autorizó una deuda 493.5 mil millones de pesos, algo que espanto y escandalizo a la mayoría que ahora gobierna.
Ahora si comparamos el sexenio de Peña Nieto, el techo de la deuda aumentó en 19.3 por ciento. Mientras que en los 6 años de Calderón aumentó en 56.2 por ciento.
Ahora si comparamos estos techos de endeudamiento con relación al Producto Interno Bruto (PIB). Calderón alcanzó el 34 por ciento del PIB, mientras que Peña Nieto llegó hasta el 47.5 por ciento. Hoy López Obrador roza el 51 por ciento del PIB y va por más en los últimos dos años de su administración.
Esto nos da cuenta del tamaño de la deuda que dejará de herencia, la administración de la transformación, del cambio, algo que será un problema importante a resolver para la próxima administración federal si tomamos en cuenta que el crecimiento económico se representa en mayores servicios y beneficios para la ciudadanía. Esto se financia con la recaudación interna, o con deuda.
Si tomamos en cuenta que solo un 17 por ciento de la población activa paga impuestos como el ISR y el IEPS, mientras que el total de la población paga el IVA, pero mucho de este no se declara, vemos la dimensión de la deuda que dejara AMLO.
En conclusión, si este sexenio fue es uno ya perdido, el siguiente será aún más difícil para retomar el camino del crecimiento económico con beneficios para la población.