Por Víctor Barrera
La forma pendenciera con la cual públicamente se ha presentado el encargado de la política interior del país, Adán Augusto López Hernández, es solamente el reflejo de lo que su jefe hace cada mañana y lo más lamentable es que algunos secretarios de Estado, piensan que esa es la forma correcta de actuar en público.
Hasta donde se sabe, la principal labor del secretario de Gobernación, es cuidar que la gobernabilidad en el país; se mantenga para poder crear las condiciones que lleve al país a encontrar, de una manera consensuada, la solución a los problemas que lo aquejan.
A su vez esto permitiría impulsar de manera concreta el proyecto del gobierno en turno, pero esto no se ha dado por la actitud, agresiva y ofensiva que desde Palacio Nacional se muestra.
México no necesita de este tipo de políticos o gobernantes que cada día abren un margen para la rencilla y la división de la población porque no abona a favor de un entendimiento social que implique alcanzar objetivos de beneficio para todos.
Queda claro que, de no existir armonía al interior del país, mucho menos podremos lograr que nuestro país se vea como el mejor lugar para concentrar capitales privados, nacionales y extranjeros.
Hasta ahora, en México no hemos conocido de manera real las políticas públicas de cada uno de los secretarios de Estado, quienes han estado bajo la sombra de su “jefe”, que no entiende que la mejor manera de administrar es dejar que los expertos en cada materia apliquen sus conocimientos para solucionar los problemas, para ir al desarrollo y crecimiento en todas las áreas en el país.
Esto ha dado como resultado que la administración del oriundo de Macuspana sea en términos reales un fracaso estrepitoso en todos los ámbitos que ofreció como candidato en tres campañas presidenciales sucesivas.
Porque hasta ahora no ha sido capaz de abatir la inseguridad y, por el contrario, los grupos criminales han logrado mantenerse con importantes niveles de poder ya no solo en comunidades de México, sino ahora en extensas zonas del territorio nacional.
Tampoco ha logrado reducir y erradicar los altos índices de corrupción y así lo demuestran las noticias y hechos que se conocen cada día sobre la forma en que, sus familiares, y personas cercanas a López Obrador, realizan actos de corrupción y mal manejo de recursos públicos.
Prometió que regresaría el ejército a sus cuarteles y en cambio le ha otorgado más tareas colocándolo ahora como un cuarto poder, y esto se confirma ante la también actitud arrogante que mantiene el secretario de la Defensa Nacional.
Se pronunció siempre a favor de una democracia en el país, y ahora pretende modificar al INE, instituto ciudadano, nuevamente en un órgano más del gobierno federal, esto con el objetivo de que no pierda su sueño de perpetuar su proyecto e influencia en los próximos gobiernos.
López Obrador no reconoce que el triunfo del pasado 2018, fue debido a la democracia, quizás aún incipiente, que se vive en el país, y piensa que el triunfo obtenido se debe a su persona y no por el favor del electorado.
Ha gobernado al país como un imperio, donde todas las decisiones son definidas por ¿el y los otros poderes, Legislativo y Judicial, solo son una oficialía de partes, que no deben aprobar cambiar un punto o una coma a sus propuestas, aunque estas solo sean ocurrencias sin sustento de beneficio para la población.
AMLO ha interpretado que los recursos públicos son su chequera personal y que por ello él puede disponer de los recursos públicos a su antojo.
Afortunadamente se acerca el 2024 año en el cual el caudillo de la izquierda deje su mandato, pero se corre el riesgo de que esta arrogancia de su parte y de sus secretarios de estados impida que la verdadera democracia, la razón y la sensatez se impongan ante el autoritarismo y prepotencia que nos muestran cada día pero que destruye al país.