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Exigir que las discusiones en el Congreso sean técnicas y económicas y no ideológicas  

Por Víctor Barrera  

Entramos al mes de febrero y empieza a verse ya el tono con el cual se discutirán y se aprobaran o no las dediciones netamente legislativas, esas que están en caminadas a mirar por el bienestar de todos los mexicanos y no solo para un grupo de personas o grupos como son los partidos políticos. 

Sin embargo, esto puede ocurrir cuando están en juego seis gubernaturas este año y para el próximo una de las entidades federales más importantes para el PRI, como lo es el Estado de México. Para luego pasar a los comicios federales y elegir quien tomara las riendas del país, Diputados federales y Senadores. 

Esto nos convierte en un país amarrado a las decisiones políticas y no a las que verdaderamente se necesitan para alentar el desarrollo y crecimiento del país. 

Recordemos que en lo que resta de esta administración, se espera la discusión de por lo menos tres reformas constitucionales, la eléctrica, que esta “analizándose” a través del Parlamento Abierto, la Política Electoral, encaminada a permitir que sea el Estado, nuevamente, actor importante en el Instituto Nacional electoral y por supuesto la militarización de la seguridad pública y participación del ejército en cualquier actividad. 

Como sabemos, para que estas iniciativas de reforma puedan aprobarse se debe dar las dos terceras partes de aprobación en las cámaras legislativas, algo que ninguna fuerza política tiene. 

Entonces entendemos que los arreglos serán meramente políticos y no sociales, como se suponen deberían ser. Las discusiones se basarán en cuanto podían negociar los partidos políticos para mantener cierta influencia política, y por supuesto económica, y que tanto puede ceder Morena para obtener la mayoría suficiente en el Congreso de la Unión en las elecciones federales del 2024 y establecer el régimen que ha intentado imponer desde este sexenio. 

López Obrador mantendrá su estrategia de polarizar al país, dividirlo, buscará seguir utilizando el nacionalismo anacrónico donde aquellos que no aceptan sus decisiones son los malos, los traidores y aquellos que “ciegamente” obedecen son los buenos, el pueblo bueno. 

No habrá necesidad de argumentar por qué los cambios constitucionales, si se puede manejar todo a través de la ideología, del bien y el mal, de los que hacen daño y de los que necesitan ser ayudados. 

Así lo estamos observando en el Parlamento Abierto para discutir la reforma eléctrica, donde los argumentos poco importan si se enfrentan a calificativos como empresarios voraces, traidores a los mexicanos a cambio de recuperar loque nos pertenece aun cuando no se tenga una estrategia o recursos para detonar el desarrollo económico.

Por lo que ahora López Obrador va a emprender una gira nacional para llenar las plazas públicas y conmover a sus audiencias con discursos emotivos, resaltando lo antes señalado y evitar los argumentos técnicos y económicos para llevar a cabo las reformas. 

Es poco importante si los mexicanos tendremos la suficiente energía eléctrica para el desarrollo total del país, si la política volverá a ser algo que solo los partidos políticos calificaran, que el ejército asuma más actividades desplazando a muchas empresas generadoras de empleos. 

México está a unos cuantos meses para regresar totalmente a la época de los años 70, cuando los regímenes políticos establecidos eran todo en las naciones, donde el ejército era el brazo ejecutor del poder y no el defensor de la sociedad ante actos que atentaran a la paz nacional, donde la economía se concentró en manos de un Estado ineficiente que se colmó de corrupción. 

Para evitar esto, deberemos exigir que las discusiones sean basadas en argumentos técnicos, económicos, porque los recursos saldrán de nuestros bolsillos, y que muestren el verdadero beneficio social y no partan de ideologías políticas cerradas encaminadas únicamente a ostentar el poder por varios años sin beneficio directo a la población

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